¡Reí tanto en aquella cena con mis amigas!!
Justo hoy hace un año de esta cena. Sigue leyendo que te cuento …
En la mesa todas preparadas para comernos la deliciosa cena que habíamos preparado. Una ensalada sana, guacamole, verduras a la brasa… y unas vistas adorables en los pirineos catalanes de la Cerdaña. ¡Todo ocurrió de repente y sin preaviso!
Me ensucié las manos de salsa, aunque ya no recuerdo muy bien de que me las había ensuciado y necesitaba, obvio una servilleta para lidiar con aquella salsa que no me dejaba disfrutar de la cena. Decidí entonces pedirle a María una servilleta. A María porque ella las tenía a su lado.
- María porfa, ¡pásame una servilleta!
- Si voy, ¡toma!
María, no se lo pensó, que me las pasó, y tanto que me las pasó, cogió el rollo (de cocina) y como si estuviéramos a metros de distancia, me las ¡lanzó! con tal rapidez que mis manos todavía no se habían preparado para recibir el lanzamiento, que ya tenía el rollo de cocina en mi cara, específicamente en mi ojo. ¡¡Crash!! Y silencio absoluto.
Intentaba procesar lo ocurrido. La imagen de su cara preparada para el lanzamiento me venía a la cabeza, y tal fue que lo primero que me salió fue una carcajada profunda, y María, todo y su preocupación por el golpetazo en mi cara, empezó a descojonarse también, y así estuvimos un rato largo.
Con este suceso de décimas de segundo conectamos todas con la risa que emana de lo más profundo de nosotras, con esa risa que no podíamos parar, aunque quisiéramos. ¡¡Ains!!, que momentazo, todavía ahora recuerdo la imagen de María, preparada toda ella para ayudarme a limpiar mis manos. (Mi ojo por suerte está en su sitio)
No sé a ti, pero yo tengo varias historias con la risa, una vez en 2º de BUP hasta me echaron de clase por no poder parar de reír, pero esta no te la cuento ahora…es tu turno ¿me cuentas tú alguna anécdota o historia con la risa que, aunque quieras parar no puedes?

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